El mundo entero yace bajo la Maldad – Sermón #36

Un sermón de George Müller de Bristol
1ª Juan 5:10
Ha sido un feliz privilegio estar presente en cada una de las diversas reuniones de la Conferencia, año tras año, celebradas aquí; pero no recuerdo un solo día que trajera un tema tan terriblemente solemne ante nuestra consideración como el que tenemos ante nosotros hoy: “El mundo entero está bajo la Maldad”, o el Maligno.
¡Oh Señor, concede que nuestros corazones sean verdaderamente afectados por esta tu propia declaración! Por las riquezas de tu gracia la aprehendemos un poco, profundizamos un poco en ella, somos afectados un poco por ella. Pero, ¡ay, qué poco! Ahora te suplicamos que Tú mismo, por el Espíritu Santo, escribas en nuestros corazones la verdad contenida en esta declaración, para que nos afecte día a día por el resto de nuestra vida. Te lo pedimos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Me refiero simplemente a la expresión misma, en la que parece haber mucho contenido: “El mundo entero yace bajo el maligno”. ¿Qué implica? Una especie de reposo, de somnolencia, una disposición a estar en tal condición. Esto está implícito en esta expresión. Así es con el mundo. Quieren que sea así. No desean que sea de otra manera, porque están cegados por Satanás, porque están muertos en delitos y pecados, porque están faltos de vida espiritual, y no se dan cuenta de la terrible condición en que se encuentran. Están justamente, espiritualmente, en la condición en que está un hombre que está durmiendo en lo alto del mástil y no se da cuenta de la terrible condición de su peligro. Precisamente en el mismo estado, espiritualmente, están aquellos que yacen bajo el Maligno. Si hubiera alguno aquí presente, y no puedo dejar de temer que haya algunos aquí presentes, a quienes esto se aplica, porque todavía pertenecen al mundo; oh, déjame rogar y suplicar con afecto, como quien por la gracia de Dios sabe por el dolor de la experiencia plena y triste de lo que es estar en ese estado, y como alguien que al mismo tiempo por la gracia ha conocido hace ahora cuarenta y seis años la bienaventuranza del estado opuesto; ¡Oh! Permitidme suplicaros que consideréis lo terrible de vuestra condición, si de alguna manera pudiérais ser despertados de vuestra condición. ¡Oh! Ruego y suplico, porque el final de tu carrera es la destrucción, el final de tu carrera es miseria eterna. Por lo tanto, os ruego, os suplico que huyáis de “la ira venidera”. Los brazos del bendito Señor Jesús están extendidos para recibiros. ¡Oh, cuán dispuesto está ese Bendito! Él ha probado la profundidad de su amor a los más viles, al más terrible pecador, al dar su vida por ti; y por lo tanto, ¿cómo puedes dudar de la disponibilidad del bendito Hijo de Dios, que dejó su gloria, que se hizo siervo, que vivió como siervo en la condición más degradante por más de treinta años, y luego entregó su vida en sustitución para salvar a los pecadores, a los más grandes, viejos, viles y empedernidos pecadores. ¿Cómo podéis dudar de su amor para recibiros? Es decir, creed en Él, confiad en Él, depended de Él para la salvación de vuestras almas, y vuestra bendición será vuestra, esta tarde será vuestra, y ¡oh, qué gozo en el cielo si esta última reunión de esta feliz Conferencia es el instrumento de Dios para traer algunas preciosas almas aquí presentes al conocimiento del Señor Jesucristo! ¡Oh, entonces, os ruego, os suplico que consideréis vuestro estado, queridos compañeros pecadores, y que con fervor huyáis de “la ira venidera”.
Pero mientras que la declaración es: “El mundo entero yace bajo la Maldad”, o el Maligno, es evidente que aquí están excluidos los creyentes en el Señor Jesucristo, el rebaño pequeño, comparativamente pocos. Los que confían en Jesús, los que dependen de Él para la salvación de sus almas; ellos por la gracia de Dios son excluidos, ellos por la gracia de Dios creen en el Señor Jesucristo, ellos por la gracia de Dios son “engendrados de nuevo”, “nacidos de nuevo”, “renovados”; han sido “librados de la potestad de las tinieblas”, del reino de Satanás, y han sido “trasladados al reino del amado Hijo de Dios”, para mostrar su alabanza, para vivir para su honor y gloria, para ser luces en este mundo oscuro, para hacer manifiesto que han sido trasladados al reino de Dios, y que son hijos de Dios. De los que Dios ha tenido misericordia, de vosotros que sois la mayor parte aquí presente, así como de mí, ¿qué nos corresponde hacer? ¡Agradecimiento a Dios que ha hecho tanto por nosotros! Ese es nuestra gran ocupación en la vida, si hemos creído en el Señor Jesucristo, estar agradecidos a Dios por todo lo que ha hecho por nosotros en Jesús, y por haberlo revelado a nuestros corazones y habernos dado la paz en Él y el perdón de nuestros pecados por la fe en su nombre mediante el poder de esa preciosa sangre que fue derramada para la remisión de nuestros pecados. ¿Cómo puedo mostrar gratitud? Evidentemente, buscando hacer las cosas que agradan a Dios, actuando de acuerdo con su mente revelada a nosotros en las Sagradas Escrituras, en ese bendito y precioso Libro del cual escuchamos al comienzo de esta reunión. Y, por lo tanto, al tratar de abstenernos y refrenarnos de aquellas cosas que son contrarias a la mente de Dios – y esta es nuestra ocupación si hemos creído en el Señor Jesucristo – debemos buscar también agradar a Dios haciendo las cosas que son conforme a su mente.
Luego hay otra cosa en la que los creyentes deben mostrar especialmente su gratitud a Dios; y es en el hecho de tratar de resctar del mundo a aquellos que están viviendo en el mundo, buscando hacer lo que esté en su poder para llevar al conocimiento de la verdad a aquellos que no la conocen, buscar ser instrumentos en la salvación de sus almas. Yo preguntaría: ¿Cuántos de vosotros tenéis hijos en la fe? ¿Podéis señalar a fulano de tal, y a fulano de cual, y decir, “a éste me ha dado Dios como hijo mío en la fe”? ¡Oh! Si aún estás solo, si aún no tienes hijos espirituales, aún queda una preciosa bendición ante ti. Que haya una ambición santa, que sea conforme a la mente de Dios, por esta preciosa bendición. Orad fervientemente por esta bendición, orad fervientemente día a día para que Dios no os permita salir del mundo sin tener hijos espirituales. Todo el que cree en el Señor Jesús debe aspirar a esto. Permitidme hacer hincapié afectuosamente sobre este punto en vuestros corazones. La consideración de que “el mundo entero está bajo el Maligno” no nos permite seguir soñando, seguir adormecidos; y si no nos afecta, es una prueba clara de que todavía no hemos aprehendido lo que está contenido en esa declaración solemne. En la medida en que el alma lo comprende, el alma clama a Dios: “Señor, ayúdame a librar a mis pobres compañeros pecadores de su condición actual”, y que el Señor se digne a usarnos como instrumentos benditos para ganar almas para Él. Ahora bien, en este estado mental es en el que debemos continuar. No de vez en cuando – no, para usar una frase común, a trompicones -, sino día a día, como algo habitual, debe ser esto lo más importante en nuestros corazones.
Permitidme preguntar cariñosamente a todos mis hermanos en la fe: ¿Tenemos el hábito de orar día a día pidiendo bendiciones en forma de conversión? ¿Estamos todos los días, al menos una vez al día, pidiéndole a Dios que en su gracia se complazca en trabajar poderosamente a través de la variedad de instrumentos empleados para ganar almas? Si no, tal día debe ser considerado como un día en el que no hemos hecho nada que esté de acuerdo con la mente de Dios, en el que hemos descuidado una cosa en la que Él quiere que seamos serios. Además: día tras día debemos pedirle a Dios en su gracia que se complazca en cumplir la palabra que Él puso en la mente de sus discípulos, que ellos deberían pedirle al “Señor de la mies” que estuviera complacido en “enviar obreros a la tierra de cosecha”. ¿Tenemos la costumbre de hacerlo? El punto más importante es que somos fervientes en la oración. Pero no debemos estar satisfechos simplemente con orar. El ejemplo de nuestro Señor está ante nosotros. Les dijo a sus discípulos – lo tenemos en Mateo – que oraran para que se enviaran obreros; e inmediatamente los envió. Entonces Él mismo salió, por todas las ciudades y pueblos, predicando el evangelio. Este es el orden en que debemos ir, trabajando según la capacidad y la oportunidad que se nos ha dado, y según el don que Dios nos ha dado, no todos de manera pública, sino en nuestra medida haciendo lo que podamos para la difusión de la verdad. Podemos trabajar como maestros de escuela dominical, como maestros de escuela para adultos, como maestros de escuela para pobres, como visitantes de distrito, como circuladores de tratados, para ganar almas para Dios. Además: en nuestras propias familias hemos de buscar llevar a nuestros hijos al conocimiento de la verdad, y este es especialmente el punto para los padres cristianos, para que lo tengan como lo más alto en sus corazones. No me refiero que traigáis la verdad a vuestros hijos de la mañana a la noche; cinco, seis o diez veces al día (hay ciertos tiempos para eso), sino que ha de hacerse con oración, con amor, con cariño, como corresponde a los padres, con el corazón lleno de amor hacia los hijos. Entonces, en cada posición en la que los creyentes sean colocados, deben llevar la verdad ante quienes los rodean, ante sus sirvientes, sus almacenistas, sus tenderos. Entonces algunos pueden hablar una palabra a pequeños grupos, y algunos pueden tener el don de hablar al aire libre. Cuán grande es este privilegio, al que fui llevado a disfrutar hace cuarenta años, hasta que me vi obligado a renunciar a él, por no tener suficiente fuerza de voz o pulmones. Pero para aquellos que tienen fuerza de pulmones y voz es un privilegio glorioso y bendito proclamar el evangelio de la gracia de Dios al aire libre. Y permitidme profundizar en esto para mis hermanos creyentes que tienen la capacidad de hacerlo. Cada uno tiene su trabajo que hacer, y nuestra ocupación es averiguar de qué manera podemos servir al Señor en la ganancia de almas para Él.
Espero que algunos amados jóvenes hermanos y hermanas en Cristo se animen esta noche a proponerse que harán algo para Dios; que comenzarán en serio esta noche a trabajar en un lugar u otro, a hacer una cosa u otra, y con la ayuda de Dios decir: “No quiero ir solo al cielo; me refiero a tener hijos espirituales; quiero orar por muchos hijos espirituales, y clamaré fuertemente a Dios hasta que reciba muchos hijos espirituales”. Aquí hay una santa ambición de la cual no podemos tener demasiado, por la cual no podemos orar demasiado, por la cual no podemos trabajar demasiado.
Y en relación con todo este uso de los medios, nunca debemos depender de los medios como si pudieran lograr algo. Puede que circulen millones de tratados, y ni una sola alma se convierta de ese modo. Espera en Dios. Riegue los tratados con sus lágrimas, riéguelos con sus oraciones. Mientras entregas el tratado, deja que tu alma vaya tras el tratado. Clama a Dios: “Ve con este tratado; dirígelo a la persona adecuada”. Y cuando lo hayas dado, o cuando hayas dado el Testamento, clama a Dios que se complazca en bendecir tu esfuerzo; pero al mismo tiempo trabaja como si todo dependiera de tu trabajo. No pongáis la confianza en vuestro trabajo, sino dejad que toda vuestra dependencia sea de Dios Espíritu Santo; al mismo tiempo orad como si todo dependiera de vuestra oración. Así que trabajad y orad, y orad y trabajad. Una y otra vez trabajad; una y otra vez orad; esperad bendiciones, y las bendiciones seguramente os serán concedidas. Nuestras reuniones han sido de un carácter excepcionalmente práctico, y bendigo a Dios por ello; y si se abren surcos en el corazón, y quedan buenas huellas de nuestras reuniones de la Conferencia, qué motivo tendremos para bendecir y alabar a Dios; y sobre todo, si algunos de nuestros queridos compañeros de pecado, que todavía están fuera del camino, si recibieran al Señor Jesucristo, lo amaran y lo sirvieran, qué gozo habrá en el cielo, y que gozo para nosotros saber de tales casos.
Este sermón se trata de una traducción realizada por www.george-muller.es del documento original proporcionado por The George Muller Charitable Trust, fundación que sigue el trabajo comenzado por George Müller y que actualmente trabajan en Bristol, concretamente en Ashley Down Road, y que se dedica a promover la educación, el cristianismo evangélico y ayudar a los necesitados. Para más información, puedes visitar su web www.mullers.org