Debajo están los brazos eternos – Sermón #18

Un sermón de George Müller de Bristol
No hay nadie como el Dios de Jesurún, que cabalga sobre los cielos en tu ayuda, y en su majestad sobre las nubes. El Dios eterno es tu refugio, y debajo están los brazos eternos; y Él echará de delante de ti al enemigo, y dirá: Destrúyelos. Israel, pues, habitará confiado solo; la fuente de Jacob estará sobre una tierra de trigo y vino; también sus cielos destilarán rocío. ¡Dichoso eres, oh Israel!Q ¿Quién como tú, oh, pueblo salvado por el Señor, el escudo de tu ayuda, y quien es la espada de tu excelencia? Y tus enemigos serán hallados mentirosos; y pisarás sobre sus lugares altos (Deuteronomio 33:26-29)
“No hay nadie como el Dios de Jesurún, que cabalga sobre los cielos en tu ayuda, y en su majestad sobre las nubes”. “Jesurún” es el nombre de los israelitas; significa “los justos”. Son contados así sobre la base de la obra del Mesías. En sí mismos son muy impíos, a menudo abiertamente idólatras, y sin embargo, debido a su unión con el mesías, son llamados “La nación justa”. En la primera parte del capítulo tenemos la bendición de cada una de las tribus. “Tu Tumim y tu Urim” (versículo 8). Mediante su instrumentalidad, que estaba fijada en conexión con sus movimientos desde el principio, los israelitas sabían qué camino quería que siguieran Jehová, cómo actuar y qué hacer en circunstancias particulares, cuando deseaban conocer la mente de Dios.”Que tu Tumim y tu Urim estén con tu santo”.
Después de que cada una de las doce tribus de Israel había sido bendecida individualmente a través de la mediación de Moisés, para todo Israel, todo Jesurún (comenzando con el versículo 26), se pronuncia una bendición. “No hay nadie como el Dios de Jesurún”. Esto es lo que continuamente dice nuestro corazón acerca del Padre de nuestro Señor Jesucristo, el único Dios vivo y verdadero. “No hay nadie como Tú”; y esto debe llenar nuestros corazones de gran consuelo, que tenemos que ver con uno, quien subsiste por sí mismo, con quien nadie puede ser comparado, quien es Todopoderoso en cuanto a poder, quien es infinito en cuanto a amor, sabiduría, gracia, misericordia, longanimidad, paciencia, y en quien se encuentra toda bendición. ¡Ninguno como Él! “¡Ninguno como el Dios de Jesurún!”. Luego, de Él se dice en cuanto a su poder, “que cabalga sobre los cielos”, y Él lo hace “en tu ayuda”. Aquel que cabalga sobre los cielos como Todopoderoso. Solo Él puede hacerlo, y lo hace para ayudarnos. ¡Qué hermoso! ¡Estamos, por lo tanto, más allá del poder de nuestros enemigos, porque de nuestro lado está Aquel que puede cabalgar sobre las nubes para nuestra ayuda! Quien puede hacer todo para nuestro beneficio, porque ese es el significado de esto: “Quien cabalga sobre los cielos en tu ayuda”, o con el fin de ayudarte, “por tu ayuda”.
“Y en su majestad sobre las nubes”. En su poder todopoderoso, en su majestad, Él cabalga sobre el cielo. Si esto estuviera continuamente delante de nosotros, ¡cuán tranquilos deberíamos estar, recordando que nuestro amigo y ayudador en el cielo todo lo puede, y no solo puede hacer todo, sino que está dispuesto a todo, por los pecadores que ponen su confianza en el Señor Jesucristo para la salvación! La gran ocupación de la vida, por lo tanto, en primer lugar, es reconciliarse con Dios por la fe en el Señor Jesucristo; y, para que esto sea así, tenemos que reconocer que somos pecadores, que no merecemos más que castigo, y luego poner nuestra única confianza para la salvación en el Señor Jesucristo. En el momento en que lo hacemos, somos regenerados, obtenemos vida espiritual, llegamos a ser hijos de Dios, y como tales herederos de Dios, y coherederos con el Señor Jesucristo; y esta bendición que recibimos por la eternidad, nunca nos será quitada, con la misma seguridad que ponemos nuestra confianza en Jesús para salvación.
“El Eterno Dios es tu Refugio, y debajo están los brazos eternos; y Él echará de delante de ti al enemigo, y dirá: Destrúyelos”. ¡Qué precioso de nuevo! “El Eterno Dios es tu Refugio”, o tu morada. Estamos en Él, somos uno con Él, no seremos separados de Él, porque habitamos en Él; Él es nuestra morada. Al igual que lo que leemos en el Salmo 90. El Eterno Dios es nuestro Refugio, nuestra morada se encuentra en Él, y debajo están los brazos eternos para protegernos, para escudarnos, para guardarnos del mal, de todo tipo, porque, en realidad, somos guardados del mal de todo tipo.
A veces parece como si hubiéramos sido heridos, física, mental, espiritualmente; pero a menudo es solo en apariencia, y nada más que en apariencia. En realidad somos vigilados, cuidados, escudados y protegidos por el poder todopoderoso, y el eterno, inmutable amor de Dios, por el cual Él nos amó en Cristo Jesús. ¡Oh, qué precioso! ¡Qué precioso esto! Y precisamente en la medida en que somos capaces de realizarlo, de entrar en ello y apropiarnos de ello, el resultado es la paz y el gozo en el Espíritu Santo. Entonces no hay temblor, no hay miedo entonces, no hay ansiedad entonces, porque podemos decirnos a nosotros mismos: “Dios está de nuestro lado, Dios es para nosotros; ¿quién puede hacernos daño?”. ¡Aunque somos débiles, sus brazos eternos están debajo de nosotros, para protegernos, para cuidarnos!
“Y Él echará de delante de ti al enemigo, y dirá: Destrúyelos”. Aquí debemos notar especialmente que antes de que los israelitas llegaran a la tierra prometida, esto se dijo con respecto a ellos, y así llegó a ocurrir. No fue su espada la que finalmente obtuvo la tierra para ellos; sino que fue porque Dios estaba de su lado. “Echó de delante de ellos al enemigo”, y esto se hizo de diversas maneras. Entre todos los caminos, todos los medios usados, Dios envió avispas contra sus enemigos para expulsarlos y destruirlos. “Él expulsará al enemigo de delante de ti”. Y así sucedió que obtuvieron la tierra, aunque tuvieron que pelear contra siete naciones grandes y poderosas; pero esas siete naciones no pudieron hacerles frente, porque Dios estaba en contra de los enemigos de los israelitas. Dios estaba para ellos, peleando habitualmente sus batallas y apareciendo en su nombre en todo momento y bajo todas las circunstancias. Cuando había una batalla, grandes piedras de granizo de más de cien libras de peso caían sobre sus enemigos, con lo cual eran destruidos, para que más por el poder de Jehová (de una manera u otra se manifestara en beneficio de los israelitas) que por la espada de su propia mano, fueron destruidos los enemigos. “Él echará al enemigo de delante de ti”. Así lo hizo, y así los destruyó; porque Él pronunció la palabra, por lo tanto aconteció.
“Israel entonces habitará confiado solo”. Los enemigos fueron destruidos, los israelitas fueron dejados y ocuparon la tierra, pero fijaos particularmente en esta palabra: “Habitarán confiados solos”, porque la verdadera seguridad de los israelitas consistía en que estaban separados de las naciones cananeas. En el momento en que se mezclaron con las naciones cananeas, su seguridad llegó a su fin. Y esto debe notarse particularmente: que la bendición espiritual real y verdadera consiste en la separación de los impíos. En todos los asuntos temporales, puede ser necesario que nos encontremos con ellos y nos mezclemos con ellos, pero en todos los asuntos espirituales debemos procurar andar separados de los impíos. En esto, y solo en esto, consiste nuestra real y verdadera seguridad espiritual.
“La fuente de Jacob estará sobre una tierra de trigo y vino; también sus cielos destilarán rocío”. No solo una tierra de trigo y vino, sino una fuente junto a ella. Había abundancia de trigo y vino en una tierra donde todo era necesario. Agua también, y también rocío del cielo; y todo esto les fue dado a los israelitas no porque lo merecieran, sino como muestra del amor de su Padre por ellos. Y hasta el día de hoy, Dios sigue así con respecto a sus hijos. Todo lo que realmente necesitan, todo lo que es realmente bueno para ellos, todo lo que realmente sería una bendición para ellos, Él está listo para dárselo. Y así, en nuestro caso, si la tierra del trigo y del vino fuera una bendición para nosotros, nos sería dada; cualquier bendición real y verdadera que Dios otorga, Dios se deleita en darla a sus hijos. Es el mismo gozo de su corazón hacerles bien, en todo tiempo y bajo toda circunstancia; y Él no solo está dispuesto a dar entonces, donde hay abundancia de grano y vino, y mucha agua, sino que también está dispuesto a darles el rocío además de estas cosas, para que todo quede ahí manteniéndose fecundo. Todo esto con el propósito de hacerlos tan felices como sean capaces de ser mientras aún están en el cuerpo.
Ahora, el resultado de todo esto. “Dichoso eres tú, oh Israel; ¿Quién como tú, oh pueblo salvado por el Señor, el escudo de tu ayuda, y quien es la espada de tu excelencia? Y tus enemigos te serán hallados mentirosos, y pisarás sobre sus lugares altos”. “Dichoso eres tú, oh Israel”. Ahora, la pregunta solemne y trascendental aquí es: “¿Somos felices?”. Deberíamos preguntarnos personalmente en este momento: “¿Soy feliz? ¿Soy realmente feliz? ¿Espiritualmente feliz?”. No simplemente: “¿Tengo suficiente de lo necesario para la vida?”. No meramente: “¿Tengo lo suficiente para no estar en este momento en grandes problemas y dificultades?”. Sino, “¿soy espiritualmente feliz?”. Ese es el punto trascendental; y esta felicidad real y verdadera se obtiene únicamente a través de la fe en Cristo, tenemos que reconocer ante Dios que somos pecadores, que no merecemos la felicidad; tenemos que reconocer ante Dios que somos pecadores, que no merecemos nada más que castigo; y luego poner nuestra confianza solo en Jesucristo para la salvación de nuestras almas. Esto produce felicidad espiritual. Al principio puede ser solo en un pequeño grado, pero cuanto más meditemos en lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo, cuanto más nos alimentemos espiritualmente del Señor Jesucristo, más aumentará esta paz y gozo en Dios. Pero debe haber, antes que nada, un comienzo ya hecho; y la pregunta, por lo tanto, es: “¿Tengo yo el comienzo de la felicidad real y verdadera en mi alma? ¿Conozco al Señor Jesucristo? ¿He venido a Él para la salvación de mi alma? ¿Simplemente busco en Él la salvación? ¡Porque sin esto, no hay felicidad real y verdadera que se pueda tener!
“Dichoso eres tú, oh Israel; ¿Quién como tú, oh pueblo salvado por el Señor?”. ¿Somos salvos por el Señor? Eso significa, en otras palabras, ¿cumplimos con las condiciones que Dios establece en su Santa Palabra para salvar a las personas? ¿Ponemos nuestra confianza en Jesús para la salvación de nuestras almas? Al hacerlo, el fin será paz, gozo y felicidad en un grado pequeño; y cuanto más vivamos de Cristo, más aumentará esta paz, alegría y felicidad reales y verdaderas. “¿Quién como tú, oh pueblo salvado por el Señor?”. ¿Quién de nosotros es capaz de decir: “Soy salvo por el Señor; si el Señor Jesús me quitara ahora del mundo, sería salvo?”. ¿Quién de nosotros es capaz de decir esto? Por la gracia de Dios soy de los que pueden decirlo; y es justo esto lo que me hace verdaderamente feliz. Sin saber esto, no existe tal cosa como la felicidad real y verdadera. “¡Oh pueblo salvado por el Señor!”. Luego se dice de Jehová además: “Él es escudo de tu ayuda”. Él nos protege. El escudo era particularmente para protegerse de los golpes de la espada, o el poder de dañar de la flecha; por lo tanto, el escudo se usaba para proteger. Y así, para nuestra protección, estamos espiritualmente protegidos, y Dios mismo es el escudo.
“Quien es la espada de tu excelencia”. ¡Eso es verdad! Es Dios mismo quien es nuestra espada, poder, fuerza, fortaleza, y ningún accidente nos sobrevendrá. No es por nuestra espada. No es por nuestro poder, sino por el brazo de Dios, el poder de Dios; y a Él lo tenemos para nosotros. Él está de nuestro lado, y por toda la eternidad estará de nuestro lado, si somos creyentes en el Señor Jesucristo. “Y tus enemigos te serán hallados mentirosos”. Es decir, serán trastornados, derribados, conquistados, no tendrán poder sobre ti, sino que tú tendrás poder sobre ellos. “Y pisarás sobre sus lugares altos”. Es decir, los expulsarás, los dominarás entonces, los vencerás. En sus lugares altos se jactan; pero tú tomarás sus lugares altos, y los conquistarás.
Ahora, una vez más, el gran punto es conocer a Cristo, ser un creyente en Él, ser encontrado en Él. Ahora, con mucho, la mayor parte de los aquí presentes lo han encontrado y son creyentes en el Señor Jesús. Todavía hay algunos presentes que aún no son creyentes en el Señor Jesús; y por lo tanto, la felicidad y la seguridad reales y verdaderas no se encuentran todavía en ellos. Pero pueden asegurarse la misma felicidad que hemos obtenido los que somos creyentes en Jesucristo. Porque no nos la dimos a nosotros mismos, no fue por nuestra bondad, mérito y dignidad que llegamos a lo que hemos venido a ser, sino por la misericordia de Dios, por la gracia de Dios, por la fe en Jesucristo obrada en nosotros por el poder del Espíritu Santo. Y así como nosotros, en el camino de la gracia, obtuvimos esta bendición, cualquiera, en el camino de la gracia también puede obtener una bendición similar. Nadie tiene que decir: “Estoy demasiado lejos de Dios”. ¡Eso no puede ser! “Soy un gran pecador” ¡Tampoco puede ser! Porque hay poder en la sangre del Señor Jesucristo sobre todo pecado; y todo pecado del que hemos sido culpables nos es perdonado por medio de la fe en el Señor Jesucristo. ¡Oh, qué precioso que nadie tenga que estar en necesidad de desesperarse!
Todos los que buscan la salvación a la manera señalada por Dios, es decir, descansando solo en Cristo para la salvación, después de haber confesado ser pecadores, obtendrán la bendición. Pero si en lo más mínimo dependemos de nosotros mismos y pensamos que tenemos que salvarnos a nosotros mismos, o hacer algo para que podamos ser salvos, estamos cometiendo un grave error, y nunca lograremos obtener la bendición. Por la misericordia de Dios, por la fe en Jesucristo, el pecador más viejo, más grande, puede obtener la salvación de su alma. Vayámonos de aquí, si no somos creyentes en el Señor Jesucristo, con la profunda convicción de que individualmente podemos alcanzar la bendición, y que no hay nada que nos lo impida. Una vez obtenida la bendición, poco a poco seremos guiados, por la gracia de Dios, y con la ayuda del Espíritu Santo de Dios. Dios nos conceda individualmente una bendición de acuerdo a nuestra necesidad.
Este sermón se trata de una traducción realizada por www.george-muller.es del documento original proporcionado por The George Muller Charitable Trust, fundación que sigue el trabajo comenzado por George Müller y que actualmente trabajan en Bristol, concretamente en Ashley Down Road, y que se dedica a promover la educación, el cristianismo evangélico y ayudar a los necesitados. Para más información, puedes visitar su web www.mullers.org